jueves, 30 de octubre de 2014

Personitas indispensables

A veces, sin venir a cuento, una persona más especial que la media, se presenta en tu vida, sin avisar, y al minuto ya sientes que la conoces de toda la vida.
Son personas con un mundo entero de color dentro de sus vientres
Personas de las que escasean, pero que son esenciales.
Personas con las que te puedes pasar el dia riendo, o la noche llorando, desahogándote.
Personas que te prestan su atención, sea cual sea tu forma de vivir.

Cuando alguien asi se presenta delante de ti, solo te queda aprovechar y disfrutar. Aprender de su alegría vital, contagiarte con ella.

Personas que te hacen feliz tan solo con escucharlas hablar.
Gente luchadora, buenos referentes de los que te tienes que dejar contagiar.

En concreto hoy vengo a escribir sobre una personita llena de vida, de alegría y de humor.
Una persona que no vive cerca, pero a la que no sientes lejos.
Una persona con un par de ovarios, a la que le sobra valor para echarle un pulso a la vida y ganar.

Lleva por nombre Alba, y por bandera la vitalidad.
¿Que por qué me cae tan de puta madre?
 ¿Y por qué no?

La genialidad de este ser humano no necesita justificación, lo comprenderias si tan solo pasaras una tarde con ella.

Y es que te contagia, y no hay defensas en el cuerpo que quieran resistirse a ese buen royo que lleva siempre encima.
Y no hay ni habrá nadie que pueda con ella.

Porque en sus entrañas hay luces, colores, y sobre todo alegria, por muy ennegrecido que haya amanecido el dia.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Estallidos.

Es intensa.

Justo cuando crees tenerlo todo bajo control algo estalla.

Y sigue estallando, como la tormenta desgarrando el vientre de una nube ennegrecida.

Y mete ruido, mucho ruido dentro de ti.
Tus entrañas se retuercen y se enredan desorientadas.
Y sientes efervescencia eléctrica en el estomago.
Y vuelves a sentir como se abren cajones y armarios viejos en tu cerebro. Ves como una bandada de polillas huyen asustadas de la luz que se esta materializando dentro.
Esa luz comienza a formar una cascada y desciende por tu flujo sanguineo hasta llegar al centro de todas las cosas importantes, para luego, corretear bombeada, por absolutamente cada ramificación de tus arterias.
Te sientes oxigenado, y ese estallido continua aun cuando duermes, cuando lo consigues al menos, porque con ella paseando por cada surco de tu masa cerebral es dificil.

Lo siguiente es el fuego. Fuego en tu sonrisa, en tus ojos, en tu pecho y hasta en tus pulmones.
Fuego para las fotos nostálgicas y fuego para la pasión de este nuevo mañana.

Y lo sientes todo, pero cuando la ves, de lejos, todo vuelve a estallar. Todas esas sensaciones se multiplican.

Y solo te sale sonreir en ese soplo de tiempo, que se transforma en eterno.

lunes, 31 de marzo de 2014

Sentimientos apócrifos.

Con un tic, nuestra realidad comenzó a arder, y el milagroso agua que tiempo atrás reducía a humo la inminente destrucción, esta vez no llegó. El  inevitable tac llegó y terminó de condenar el mini universo dónde tiempo atrás flotábamos en un tejido celeste, translucidos a los problemas que nos acosaban. Y tan solo necesitábamos ese espacio para volar, para ascender en espiral hacia el infinito y asi ver los planetas desde una perspectiva de insignificancia.

Al principio éramos dos gigantes erráticos que se observaron brévemente desde la lejanía y nuestro primer impulso fue acercarnos a zancadas, mientras, involuntariamente, pisábamos a los insectos que ansiaban estar donde nosotros estábamos, correr por los caminos que íbamos desbrozando.
Tan grandes éramos, tan rápido corríamos, que el mundo que dejábamos atrás se huracanaba y zarandeaba violentamente nuestras inseguridades, hasta arrancarlas.
 Las hojas de ese Otoño se convirtieron en nuestras cómplices y susurraban a las nubes para que nos abrieran paso, hasta el sol nos miraba celoso cuando se alzaba solitario por el cénit.
A menor distancia entre nosotros, más se dilataban nuestras almas y más se contraía el tiempo.

Y al fin, cuando caminábamos juntos, decidimos que este mundo era un pésimo huésped, y ascendimos para crear el nuestro propio. Un lugar donde reíamos, llorábamos y nos hacíamos uno, convirtiéndonos en una tempestad arremolinada de pura pasión y placer. Y al dividirnos, seguíamos enteros pero con nuestra esencia  mezclada.
 Seguíamos valiéndonos por nosotros mismos, pero, en ocasiones, queríamos sentirnos frágiles, lo deseábamos y no nos importaba que esto nos hiciera un poco más débiles. Cuando un alma desfallecía, la otra ahi estaba para compartir energía. Hasta que sonó el tac del segundero y todo se desvaneció.
Se desvaneció sin argumento lógico. Se desvaneció ese noseque, ese sentimiento intrínseco a todo ser humano. Todo quedó en nada.
Se fué como vino, por sorpresa, sin motivo tangible. Y es que el aletear de los pájaros no atiende a razones.
Y durante semanas, la vida se me quedó oscura. El sol emitió una atronadora carcajada que me sentencio al ostracismo, y desapareció dando paso a la luna llena que nos amparó el primer díaEsta ahora me miraba indiferente pese a que yo la aullaba con todo el aire de mis pulmones llenos de veneno.

Eché de menos el fuego que me impedía resfriarme. Este se extinguió de un dia para otro a pesar de alimentarlo con maderos descomunales dia tras dia.
Ni el humo del hachís logró difuminar los recuerdos.

Bebí repetidas veces de una savia ámbar embotellada que nublaba mi juicio.
No me moría, ni mucho menos, pero agonizaba por dentro. Hasta que, por fin, los sentimientos que encerraba en frascos, a los que evitaba mirar para no adolecer de nostalgía, estallaron. Y en la noche más larga de mi vida, los cristales clavados en mis intestinos dejaron pasar a la sangre, que recorría libremente mi cuerpo sin ningún control. Podría jurar que no eran lágrimas lo que salió de mis ojos, sino mi propia alma.
Pero este gigante solo pertenece abatido un asalto. En el segundo se levanta, y al tercero echa a correr.
Y continuo por donde empecé, por un sendero errático-

Amo tu libertad, aunque eso signifique ver como te aleteas lejos de aquí.
Amo tu libertad, aunque mi espíritu se siga rompiendo cuando me alejo en tren después de una visita.
Amo tu libertad, aunque eso signifique que seas libre. Y libre te amo.

Y esta agridulce historia, no me llena ya de otra cosa que de alegría, aunque esta se enturbie una vez al mes. Mientras esta renovada felicidad cincela en mi rostro una sincera sonrisa, sigo pensándote, aunque estas introspecciones ya no están tintadas de tristeza.
Sigo queriéndote, pero ya no de una forma romántica, sino incondicional.
Y aunque solo vea orín al recorrer las esquinas donde antes veía sonrisas, sigo caminando.

Y cierro los dias con la satisfacción de tener la conciencia tranquila, de saber que no fui yo quién prendió fuego a  todo por un motivo fantasma.
Y sobre todo, se que, aunque el tiempo permanezca en cuarentena, después de un tac, tarde o temprano viene el tic, y a volver a empezar a andar un camino compartido de la mano de otra gigante.


miércoles, 29 de enero de 2014

Raices

El árbol era inmensamente alto, casi parecía fusionarse con unas nubes que dibujaban pintorescas y divertidas formas. Era un árbol tan lleno de vida que hasta su corteza parecía tener un tinte dorado salpicado en el liquen fresco que lo habitaba. En sus ramas se encontraban multitud de cantarines pájaros que se posaban buscando una reposada y espectacular vista, una vista panorámica  del mundo, y que era tan amplia que desde ahi la curvatura de la tierra se avistaba tímidamente.

Dichos pájaros solo estaban en ese lugar de paso, pues la escalada les hacia aletear tan intensamente las alas que por muy bonita que fuera la ruta hasta la copa del árbol, hacia de un segundo intento algo imposible de realizar, pues morirían de asfixia por el esfuerzo. Y es que hasta al viento le costaba mecer esas hojas amarillentas a las que les llegaba ya su  anual otoño.
En lo más alto de ese coloso danzaba tintineante un haz de luz, el alma de ese gigante de madera conformado por liquen, hojas y pájaros. Realmente estaba vivo, sentía, soñaba y a su manera se comunicaba, aunque no lo necesitaba demasiado pues su existencia era plena allá en el cenit de todo, o eso creia a tiempo parcial.
 Se hallaba conectado con el paisaje que lo sustentaba, bebía del agua subterránea, jugaba con los animales y las criaturas del bosque que lo acariciaban pasando a su lado. Realmente no necesitaba más, aunque algo dentro de el gruñía y gritaba de desesperación,  sin saber que era lo que le atormentaba en esas noches que se hacían cada vez más iguales con el paso de los años. Su brillo se fue apagando mientras se resignaba a no cambiar nada por miedo a que ese espejismo de plenitud se rompiera.

Amanecía un día de invierno mientras un sol de color sanguinolento regaba con sus primeros rayos de luz aquel paisaje verdiazul.
 Cuando dichos rayos llegaron a las primeras raices descubiertas del árbol, este gimió y se desperezó. Al agitarse algunas hojas, cayeron describiendo una trayectoria circular, cosa que ahuyento a los pequeños roedores diurnos que andaban descansando a su más que seguro cobijo. Estos eran los últimos rezagados pues casi todo ser vivo había realizado ya su migración anual. En el mismo instante en el  que aquellos minúsculos seres salieron dando brincos de ese lugar, el árbol casi sintió que ese era el día más vacío que había vivido nunca, pese a que no terminaba de estar solo, ya que el liquen no paraba de encostrarse en él.
Y pasaron dias y hasta meses, y un pensamiento no paraba de recorrer de manera eléctrica todo su ser. No quería seguir en ese lugar, quería sobre todas las cosas descubrir lugares nuevos.
Y un buen dia se atrevió a mostrar al mundo su inquebrantable voluntad, su legendaria fuerza.

El gigante comenzó a tambalearse voluntariamente hacia un lado, y después hacia otro, hacia delante y hacia detrás, y la tierra tembló, los mares se agitaron y los pequeños humanos alzaron su vista y la dirigieron a él, dubitativos, asustados. Y el cielo se abrió mientras el viento dejaba paso a los acontecimientos y despegaba el liquen reseco de su corteza. Y, por fin, aquel árbol venció todo temor sacando sus raices de la tierra. Mientras se levantaba crujía como cien árboles más cayendo.Pero el no caía, se levantaba.

Cuando hubo desenraizado, se alzó sobre el mundo, se miró asombrado y observó como venciendo el miedo había ascendido, y como sus sueños le llevaban ahora a avanzar hacia el horizonte. Y no hacia una meta concreta, sino hacia un horizonte incierto, hacia un cambio, hacia su propia libertad. Y decidió ese mismo dia que nunca estaría otros mil años anclado en el mismo lugar, ahora, de una vez por todas, estaba viviendo.

domingo, 2 de junio de 2013

Narrando la decadencia


Yacía apaleado en la esquina más penumbrosa de aquel bar entre otros tantos bares que por la noche acogen a gente anónima. Bebía de una fría cerveza con la frente marchita y el rostro hundido en su pecho lastrado por tanta nostalgia, tanto odio, tanto rencor, tan poco perdón que querer repartir, tan herido como apaleado. Ya había pasado exactamente dos años desde que se hizo un bebedor anónimo que regenta antros húmedos con suficiente poca luz para asi poder pasar desapercibido.
Quejumbroso y errante buscaba desaparecer y difuminarse algún día, por fin, en los focos borrosos de las ciudades allá en el horizonte, de donde huyó.

Lo perdió todo, su vida, su trabajo, su familia, algunos amigos, su chica, la cual le dolía desde hacia más de un año, de forma punzante, desangrando su espíritu.
En apenas dos años, se convirtió en un fantasma, su cuerpo se había convertido en el mero soporte lastimero de alguien permanentemente abatido.
El alcohol no solucionaba nada, pero difuminaba aún más ese cuerpo, ese cuerpo que cada vez que se veia reflejado en un espejo gritaba lo patético que era. Al no querer verse existiendo en ese mundo tiñó su alma de luto con la bandera de la decadencia. Como dolía el aire cuando se estaba desnudo.
Sus oídos habían ido perdiendo sensibilidad, todo se iba silenciando a medida que el sonido de la música tronante devoraba sus orejas.
Su vida se tiñio del color estrellado de la noche, la vida se apagaba.

Estaba el anónimo celebrando por tercera u octava vez su fracaso en aquel tugurio peculiarmente acogedor, según como se clasifique la palabra celebrar, si era en horas, había estado en el bar por la mañana y largo rato ya por la noche, si era en copas y cervezas, iba como por la décima  celebración. El polvo flotaba en la luz y era avistado levemente por los focos que se encendían y apagaban en un simpático juego de colores.
Tenía la vejiga hinchada asi que se levantó derrotado y zigzagueante al baño.
 Dentro de esos dos metros cuadrados la vida no era mejor, a esa hora el baño estaba amarillo, con papel tirado en el suelo mezclado con orín difícil de evitar. El ya hacía mucho tiempo que ni se ponía de puntillas.
No le resultaba facil apuntar y acertar con el pene inusualmente flácido, ni con cinco retretes volando alrededor del original.
Se daba asco y sin haberse resarcido de tal espectáculo individual meándose el tobillo sin querer, se miró al espejo. Solo veía la pincelada de un rostro que parecía una cascada.
Me estás matando zizek, decía para sí mismo el anónimo, y zizek le respondía dirigiendo su voluntad hacia la bebida más cercana.

Cuando sus manos llegaron tambaleantes a su jarra de cerveza el tacto frio le erizó levemente los pelos del brazo. Estaba vacía, pidió otra.

Y otra cerveza  llego deslizándose gentilmente hasta su borrosa posición, y la mirada inquisitiva del camarero no hacia sino darle un sentimiento de agobio, le estaban juzgando. Y quien no lo haria...
Parecía como si se fuese a derrumbar de un momento a otro sobre la mojada barra, quizá era lo que necesitaba, quizá dormir para despertar en un nuevo dia, pero en esencia tan igual. Esto le daba la impresión de que si miraba al calendario, los dias se habrían borrado, como si se le negará el paso del tiempo. Y asi era, pues todos todos los dias iba a aquel tugurio, para que el líquido ámbar ahogara su alma que gritaba y gritaba. ¿Cuándo fue la última vez  que el pobre Zizek había estado sobrío?
 Ni el lo sabia pues el alcohol le había embargado poco a poco cualquier cadena que ataba los recuerdos en su orden lógico. El como medida de tiempo ya solo usaba el dinero que le iba quedando.

A veces, cuando se le gastaba, iba merodeando por los restos de fiestas callejeras para encontrar con suerte, una botella sin acabar, para poder sentarse y apoyarse en la fria pared para hablar con la luna. Esta silenciosa y espectante, observaba con rostro preocupante el interior de Zizek, y le dejaba soñar con un futuro mejor, pero dicho futuro no llegaba, solo se dejaba imaginar.

Esta fue la primera que publiqué en mi primer blog, y merece ser rescatada

El sol estaba cayendo, tan rápido como sus párpados.

Estaba tan agotado...

Un paisaje se estaba formando delante de el a una velocidad frenética.
De repente lo oscuro se volvió claro.
Y la luz se volvió cegadora.

Solo pudo ver como sus pies se despegaban 30 metros del suelo, veía a la gente desesperada corriendo de un lado a otro, enloquecida, mirando al cielo y señalando.

El miró al cielo, no podía creer lo que estaba viendo.
El cielo se había teñido de un violeta venenoso mientras en la atmósfera entraba una multitud de rocas espaciales ardiendo, convirtiéndolo todo en una lluvia de fuego, que embellecía el mismo paisaje que estaba destruyendo.

Miró el sol, que se estaba expandiendo, palpitaba con furia, escupiendo enormes rocas que a una velocidad pasmosa iban impactando con los planetas, destruyéndolos uno por uno, barriendo la vía láctea poco a poco.

Mientras el pensaba en la fugacidad de la vida, de las cosas, y lo poco que había aprovechado, lo que ya no vería nunca mas. Le consolaba enfermízamente lo que estaba teniendo lugar, por fín la corrupción de la humanidad tocaba a su fin, el bien y el mal tal y como eran conocidos estaba reduciéndose a cenizas y mezclándose en una masa uniforme de humanos que intentaba desesperádamente huir, como ratones ardiendo en una caja de cartón, sin escapatoria posible.

Y de nuevo creyo que estaba enfermo cuando con una sonrisa aceptaba lo estúpido de la situación, los imperios levantados muchísimos años atrás estaban derrumbándose, quedando para el recuerdo la efímera columna de humo que como espectro de lo que antes era, espera desaparecer silenciosamente.
Todos los reyes, príncipes, héroes, tiranos, mendigos, niños, adultos, todo estaba cayendo sin freno posible.

Curioso que un día antes de la destrucción de todo, las naciones estuvieran armadas hasta los dientes, y que, después de todo, no les sirviera para nada.

Ahora solo había aprobación en su cara ante todo lo que estaba pasando, se sentía feliz.
El mundo ya no tendría que preocuparse por nosotros, el universo le había concedido a la tierra su antibiótico definitivo.

La humanidad había perdido su salvación, aunque nunca la tuvo en realidad.

Vio las iglesias arder, los campanarios caer, miró al cielo de nuevo y pensó, ¿Dónde estaría dios? Sin duda encendiéndose un puro y tomándose un brandy celebrando no tener que aguantar nuestras estupideces nunca más.

De repente se encontraba caminando hacia una columna inmensa de fuego creyendo oir la voz de su mujer, y también la vio arder, y ardió la criatura que llevaba en sus entrañas, y porfín su mente se liberó y acepto que no había escapatoria posible.

Se dejó caer.

De repente abrió los ojos poco a poco, eran las seis.

Dio un beso al vientre de su mujer, la abrazó, y volvió a dormir.

Presentación

Bueno, he decidido tomarme algo más enserio esto de ser bloguer, escribir chorradas, o historias, o pajas mentales, o o o...

De momento para darle vidilla a esto voy a pasar algunas de las entradas de mis anteriores rincones donde vomitar palabras aqui, para ir haciendo algo de bulto.
Asi que eso, disfruten y lean, ¡Que eso es vida!