domingo, 2 de junio de 2013

Esta fue la primera que publiqué en mi primer blog, y merece ser rescatada

El sol estaba cayendo, tan rápido como sus párpados.

Estaba tan agotado...

Un paisaje se estaba formando delante de el a una velocidad frenética.
De repente lo oscuro se volvió claro.
Y la luz se volvió cegadora.

Solo pudo ver como sus pies se despegaban 30 metros del suelo, veía a la gente desesperada corriendo de un lado a otro, enloquecida, mirando al cielo y señalando.

El miró al cielo, no podía creer lo que estaba viendo.
El cielo se había teñido de un violeta venenoso mientras en la atmósfera entraba una multitud de rocas espaciales ardiendo, convirtiéndolo todo en una lluvia de fuego, que embellecía el mismo paisaje que estaba destruyendo.

Miró el sol, que se estaba expandiendo, palpitaba con furia, escupiendo enormes rocas que a una velocidad pasmosa iban impactando con los planetas, destruyéndolos uno por uno, barriendo la vía láctea poco a poco.

Mientras el pensaba en la fugacidad de la vida, de las cosas, y lo poco que había aprovechado, lo que ya no vería nunca mas. Le consolaba enfermízamente lo que estaba teniendo lugar, por fín la corrupción de la humanidad tocaba a su fin, el bien y el mal tal y como eran conocidos estaba reduciéndose a cenizas y mezclándose en una masa uniforme de humanos que intentaba desesperádamente huir, como ratones ardiendo en una caja de cartón, sin escapatoria posible.

Y de nuevo creyo que estaba enfermo cuando con una sonrisa aceptaba lo estúpido de la situación, los imperios levantados muchísimos años atrás estaban derrumbándose, quedando para el recuerdo la efímera columna de humo que como espectro de lo que antes era, espera desaparecer silenciosamente.
Todos los reyes, príncipes, héroes, tiranos, mendigos, niños, adultos, todo estaba cayendo sin freno posible.

Curioso que un día antes de la destrucción de todo, las naciones estuvieran armadas hasta los dientes, y que, después de todo, no les sirviera para nada.

Ahora solo había aprobación en su cara ante todo lo que estaba pasando, se sentía feliz.
El mundo ya no tendría que preocuparse por nosotros, el universo le había concedido a la tierra su antibiótico definitivo.

La humanidad había perdido su salvación, aunque nunca la tuvo en realidad.

Vio las iglesias arder, los campanarios caer, miró al cielo de nuevo y pensó, ¿Dónde estaría dios? Sin duda encendiéndose un puro y tomándose un brandy celebrando no tener que aguantar nuestras estupideces nunca más.

De repente se encontraba caminando hacia una columna inmensa de fuego creyendo oir la voz de su mujer, y también la vio arder, y ardió la criatura que llevaba en sus entrañas, y porfín su mente se liberó y acepto que no había escapatoria posible.

Se dejó caer.

De repente abrió los ojos poco a poco, eran las seis.

Dio un beso al vientre de su mujer, la abrazó, y volvió a dormir.

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