miércoles, 15 de octubre de 2014

Estallidos.

Es intensa.

Justo cuando crees tenerlo todo bajo control algo estalla.

Y sigue estallando, como la tormenta desgarrando el vientre de una nube ennegrecida.

Y mete ruido, mucho ruido dentro de ti.
Tus entrañas se retuercen y se enredan desorientadas.
Y sientes efervescencia eléctrica en el estomago.
Y vuelves a sentir como se abren cajones y armarios viejos en tu cerebro. Ves como una bandada de polillas huyen asustadas de la luz que se esta materializando dentro.
Esa luz comienza a formar una cascada y desciende por tu flujo sanguineo hasta llegar al centro de todas las cosas importantes, para luego, corretear bombeada, por absolutamente cada ramificación de tus arterias.
Te sientes oxigenado, y ese estallido continua aun cuando duermes, cuando lo consigues al menos, porque con ella paseando por cada surco de tu masa cerebral es dificil.

Lo siguiente es el fuego. Fuego en tu sonrisa, en tus ojos, en tu pecho y hasta en tus pulmones.
Fuego para las fotos nostálgicas y fuego para la pasión de este nuevo mañana.

Y lo sientes todo, pero cuando la ves, de lejos, todo vuelve a estallar. Todas esas sensaciones se multiplican.

Y solo te sale sonreir en ese soplo de tiempo, que se transforma en eterno.

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